3.20.2010

Un instante

El aeropuerto hervía en actividad esa mañana. A pesar de no contar con unas instalaciones tan extensas como los de otras ciudades, multitud de viajeros transitaban por sus pasillos repletos de prisa y acarreando su equipaje de mano, los abrigos, las tarjetas de embarque apretadas de cualquier manera entre los dedos.

Los altavoces organizaban mágicamente aquel barullo entre amasijos de palabras y números que se agolpaban en distintos idiomas.

Y de pronto, en medio del caos, un insólito remanso de calma. La muchacha descansaba sentada como un piel roja en uno de los bancos de la terminal. Sobre sus rodillas había acomodado un pequeño ordenador portátil y tecleaba sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor aunque, en realidad, tampoco le importaba lo más mínimo...

De pronto levantó la cabeza mientras se le alborotaban los cuatro mechones que sobresalían del recogido improvisado que adornaba su pelo con cierta gracia. Me miró directamente a los ojos, como si supiera que la estaba observando. Una cortés pero tímida sonrisa de medio lado asomó en su cara y, al instante, volvió a centrar su atención en la pantalla del portátil.

Mientras, yo abrí el teclado de mi pequeño ordenador de bolsillo y empecé a teclear todo lo que su mirada me había contado en tan solo un segundo para que aquel sencillo instante en un aeropuerto no muriera...

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